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Sismo

Marketing político y democracia: desafíos y responsabilidades en la era de las redes sociales

Por Leonel Rivas*

El uso cada vez más frecuente del marketing en la actividad política y la comunicación de organizaciones y partidos políticos es una tendencia notable en la era moderna. Estas estrategias se intensifican particularmente durante las campañas electorales, donde la política y el marketing se unen de manera estratégica y operativa para influir en la opinión pública.

La política y el marketing establecen alianzas estratégicas con el propósito de influir, manipular y convencer a la opinión pública de que la situación económica y social es favorable para la sociedad. Esto se hace con el objetivo de mantenerse en el ejercicio del poder y controlar las instituciones del Estado. En esencia, el marketing político busca presentar a los candidatos y partidos como la mejor opción para el público, utilizando técnicas de persuasión y manipulación.

La historia de la mercadotecnia política se remonta a mediados del siglo XX en Estados Unidos. Sus antecedentes teóricos pueden rastrearse en diversas teorías y conceptos, como los reflejos condicionados de Pávlov, las imágenes paternales de Freud y la teoría del comercio de masas de Batten, Barton y Osborne. Estos conceptos proporcionarán la base teórica para comprender cómo las personas pueden ser influenciadas y persuadidas en el ámbito político.

Un hito importante en el desarrollo del marketing político fue la introducción de modelos publicitarios y la utilización de la televisión en los debates de candidatos en los Estados Unidos en la década 1960. Estos eventos impulsaron el crecimiento y la expansión del marketing político, ya que demostraron el poder de la imagen y la sugestión en la política moderna.

Los partidos políticos y grupos de poder emplean el marketing político para crear imágenes idealizadas de líderes políticos y gobernantes, orquestando actos, rituales y momentos emocionales dignos de espectáculos artísticos con el fin de vender una realidad alejada de las condiciones sociales que enfrentan los ciudadanos en su vida cotidiana. Problemas fundamentales como los altos precios de los alimentos, el caos en el transporte, la insuficiencia de los servicios públicos y la falta de seguridad social y ciudadana quedan en el segundo plano.

Esta estrategia busca distorsionar la percepción de la opinión pública a través de mensajes emocionales destinados a manipular a la audiencia y grupos emocionalmente vulnerables. La comunicación visual desempeña un papel fundamental en esta táctica, ya que el uso de logotipos, colores y símbolos se convierte en poderosas herramientas para influir en la percepción de los ciudadanos.

En la sociedad posmoderna, la manipulación de los electores se vuelve aún más selectiva debido al uso de las redes sociales. A través de estas plataformas, se envían mensajes personalizados con el propósito de difundir información sesgada y desinformación entre grupos de ciudadanos, creando realidades sociales utópicas y desfiguradas que no se corresponden con la situación real que vive la sociedad.

Los grupos políticos comprometido con una sociedad más democrática deben abogar por la necesidad de una ciudadanía mejor informada. Esto es esencial para elevar el nivel crítico de los ciudadanos y permitirles resistir la manipulación política a través del análisis de información en la que puedan confiar plenamente. En este contexto, tanto los medios de comunicación tradicionales como los nuevos medios tecnológicos de noticia desempeñan un papel fundamental en la calidad de las noticias. Su responsabilidad radica en formar ciudadanos con la capacidad de tomar decisiones informadas en momentos electorales y de elegir políticas que promuevan una sociedad más equitativa, solidaria y justa.

El uso no ético del marketing político por parte de los grupos de poder y las organizaciones políticas que excluyen socialmente a ciertos grupos conducen a la formación de segmentos de la sociedad con poca capacidad para tomar decisiones informadas. Esto, a su vez, aumenta el riesgo de manipulación de los electores. Esta situación representa una amenaza para la democracia y el derecho de los ciudadanos a tomar decisiones basadas en información precisa y objetiva.

El uso incorrecto de los medios de comunicación, las teorías psicológicas aplicada a la política y estrategias de mercadotecnia, a menudo distorsiona, manipulan la realidad. Para mantener la democracia, es esencial promover la educación cívica, la transparencia y la ética en el marketing político, ya que su uso no ético amenaza la toma de decisiones de los ciudadanos que participan en los procesos electorales.

*El autor es profesor en la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y fundador de Mercadometría S.R.L.

Fuente: El Dinero

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